Quizás conformara esta realidad parte de la adicción y excesos de alcohol que se desarrollaba en parte de la vida de Van Gogh, pero bien vale la pregunta de quien describiría esa verdadera realidad de la noche parisina, o quizás tal vez pintaban dos imágenes opuestas de la misma realidad ya que es muy cierto que la burguesía parisina prefería más asistir a esos sitios que estar en sus casas, ya que las reuniones sociales y el encuentro entre amigos del ambiente intelecutal estaban en su máximo apogeo, en el años 1888 fue ingresado en el sanatorio de Saint-Paul-de-Mausole, en Saint Rémy. Durante el largo período de recuperación, Van Gogh comenzó a pintar olivos. En total produjo catorce telas con esta temática entre el verano de 1889 y la primavera siguiente, entre las que se cuenta esta escena de la época de la cosecha, le gustaba expresar sus emociones mediante formas naturales, y los olivos resultaron un medio perfecto para plasmar su angustia personal. Las retorcidas y nudosas ramas de los árboles le recordaban a los brazos humanos, alargados y anhelantes; las pinceladas nerviosas pero controladas del artista son un tranquilo grito de auxilo. Para Van Gogh, que había sido predicador laico durante su juventud, las ramas estaban inextricablemente ligadas al sufrimiento de Cristo en el jardín de Getsemaní, en el monte de los Olivos.
Van Gogh tenía muy presente la conexión bíblica porque en 1889 Paul Gauguin había pintado una versión de Cristo en el jardín de los Olivos en el que el Mesías tenía los rasgos del pintor. A Van Gogh le gustó la idea, pero jamás se sintió cómodo pintando escenas imaginarias. Prefirió dar “una expresión de angustia sin apuntar hacia el histórico jardín de Getsemaní”.Finalmente va a retratar ese estado de ánimo que lo plasma en desolación y abandono, reflejando quizás palpablemente su pensamiento y sus emociones pero que mejor en estos casos que compartir una pequeña reseña de lo que significaban esas obras que tanta historia divulgan. Bon Appetit.